martes, 24 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad

Si Dickens y Marilyn Manson hubieran engendrado un hijo, el resultado sería algo parecido a esto. 

Dícese de una noche de un tal 24 de diciembre en la que una inocente niña...

... hay humo por todas partes, no encuentro el foco por ningún lado, tal vez haya prendido el árbol, ese maldito y escuálido árbol; me cuesta respirar... 

... en la gran mesa perfectamente decorada para la cena navideña. Había flores, turrón y pequeñas figuritas de renos y papanoeles por todas partes. Toda la familia se había sentado a la mesa, había risas por doquier. En el pequeño instante previo a servir el cordero... 

... esto parece el mismo infierno. ¿Por qué bailé con fuegos fatuos? Ya arde el árbol, el maldito y escuálido árbol, arden los tapices y persianas, arden las escaleras, arden mis cuadros, mis dibujos, parece que arde mi vida entera, hay fuego por todas partes, mis piernas arden en parte, Dios, y lo único que corro a buscar es la botella medio empezada de whiskey de aquella repisa; parece que me arden las ganas y la incipiente conciencia del todo, todo es humo, soy toda humo y mis pulmones. Voy a salir de aquí... 

... la inocente niña siente por un breve instante que todo el año ha merecido la pena, y satisfecha de sí misma y de su vida, se dispone a probar las delicias repartidas a lo largo de la mesa. Ya no importan los dobles sentidos ni las miradas de reojo, porque la felicidad está con ella. El turrón tiene una pinta deliciosa... 

... ya una vez fuera, sentada en la acera frente a la casa, con la botella (ya dentro de ella) intento purificar los pulmones anegados de polvo y cenizas cuando huelo, pero bebo y tengo las entrañas llenas de escombros, porque mi casa entera ardía y yo con ella, el alma entera ardía y el pasado ha dejado de ser mi casa, mi hogar no está, no queda casa, y yo con ella, las llamas por la cabeza y el humo por la garganta, y las entrañas llenas de cenizas. La sangre toda ahumada: estoy lista para servir. 
Recuerdo vagamente haber visto bomberos apagar las llamas, pero no, eran lágrimas y no, yo no lloraba, nada apagaba el fuego. Nada. 
Con toda la noche por delante para decir no, para ver que no, y que se queme la calma...

... pero no hay turrón. Hubiera sabido a inocencia, a satisfacción y felicidad si hubiera habido turrón. 

En realidad sí hay turrón; me sabe a humo y a cenizas. 
Igual vuelvo a por otro fuego fatuo, a bailar otro tango y a incendiarme entera. Igual dejo que Santa me viole, sin regalos ni árbol. Estoy cansada de apagar llamas. 


Hubo cordero, turrón y pequeños renos, pero no me cupo más mierda en las entrañas. 

Feliz Hannukah.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El acertijo: prólogo

19 primaveras con inviernos. Cadenas y hierros, pájaros de hielo esculpidos en fuego, planetas orbitantes descubiertos por las tímidas nubes.

19 veces diecinueve, 19 retratos del alma, y ninguno ha vuelto. 19 ciclos que mostraros, delante, incompletos por las prisas y por la sangre, que no fluye, desborda turbia y densa, áspera, templada, caliente, ardiente y eterna. 
Por los oídos crepitante, por las venas exuberante, siempre hacia delante. La indulgencia de la naturaleza ante ese vago intento de río.


Y te diré que no importa cuánto sudemos. Exhalar es de humanos, expirar es de tantos y tantos muertos que ya ni me acuerdo;
soñar, es gracioso, pero tampoco lo recuerdo.

Es curioso cómo de infinita es la búsqueda de la calma verdaderamente ansiada.  Empieza a entender que es la turbulencia la que succiona y te empujará, por los siglos de los siglos, hacia la muerte o hacia la gloria, temporalmente viva, explosiva.  Pero como única parada en la estación, 
el final más hipocondrial 
que quepa imaginar.

De nada sirve equiparse para el viaje. Nos perdemos lo mejor del camino por saltar los espinos, del suelo, arraigados. Que no son otros que nuestros problemas (,) sordos.

- La noche es larga. No importa cuánto os sangren.


Decidme dónde estoy perdida, me rondan las ideas y los planetas, pero no me concentro; me orbitan las pestañas. De qué sirve saber en qué cama reposo si no recuerdo el motivo por el que me despierto, por qué esquivar a los viejos gatos callejeros, por qué ya no recuerdo, por qué la camisa abierta y el nudo en el pecho, por qué yo, así, ahora.

No lo entiendo. Es triste el consuelo. Hace tiempo que perdí el eslabón de mi retrasada existencia. 

Debería dejar de importarme todo esto. Dejar sin resolver el enigma y vagar por el desierto. ¿Verdad que sí?

Si flotase podría ver qué voy a encontrarme en el camino, y así dejar esta espera en el maldito contenedor del vertedero.
Al fin y al cabo, aquí no hago más que morir a diario, enterrada en mis versos y en recuerdos, de los cuales pocos atesoro como nuevos. La mayoría son tan pobres que tiempo ha se diluyeron.


Así como pienso, vomito. Me importa un bledo el enredo. Tengo la cabeza llena de huesos. 

- Tirad la primera piedra, cobardes.

Insomnia, Lujuria, Gula, Íncubo y Súcubo de mi preciada cabeza. Mis amigas del alma.

Hay puzzles, que ni haciendo el pino.

Hay días que ni respirando.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Necesariedad

- Está bien, bajaré las manos.

Es necesario, y digo necesario, dar la importancia justa a cualquier sueño.
Dejar de fichar a todo aquel que entra, y de despedir con un imperceptible movimiento de cabeza a todo aquel que sale.
Las tonterías a un lado, las vendas a otro. Necesario limpiar la sangre del suelo.
Girar 180º, 270º. Todo a temperatura ambiente.

Necesario dejar de quedarse pillado mirando hacia alguna parte mientras alguno te habla.

Observar los senderos llenos de elefantes. The path of the elephants. Alimentar a los míos; acariciar a los vuestros. Llenar la tierra de todas las profundas pisadas de la mente universal.

Levantar la cabeza y tragarse el vértigo.

- Trágame, vómito. Fecundadme, genios.

Dejar de acabar durmiendo en el suelo. De palparse el esqueleto. De tener miedo al mar, y pánico al cielo.
Aunque se vea todo cada vez más lejos.

Pero todo lo vibro, todo lo dejo marcado. Claro que lo hago. Algunos insinúan lo contrario, y no. Mejor termina esa calada y pásame el resto. Lo estás desaprovechando.

Y vuelta el elefante al camino. 

domingo, 8 de diciembre de 2013

El cementerio de elefantes.

Pongamos que me canso de esta ancianidad prematura, y, bueno, de vosotros. A nadie le importaría, ni siquiera a mí. ¿Ni siquiera a mí?

Oh-oh.

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Eh... Qué harta estoy de morderme las uñas y no llegar nunca al alma. Parecen intentos frustrados de quitarme peso del cuerpo; un remedio para no dar bocados al aire, y verme la vergüenza en el espejo. Pero muerdo y muerdo como si no hubiera mañana.

Me duele el cuello de mirar de un lado para el otro sentada en el mismo maldito banco de siempre, sólo distraída por las palomas. Se me ha inundado la cabeza y el desagüe está atascado; puedes ver los renacuajos desde el otro lado de mis ojos. Se comen mis ideas. 

- Que alguien me traiga a la vida again. En serio.

Y la pared, otra vez la pared, y mi bata hortera. Un par de dibujos, una botella vacía
(de agua)
((que ya podía haber sido alcohol en algún otro tiempo))
(((AGH)))
entorpecen el deambular de mis tientos. Es desesperante estar hastiada sin enfermedad. ¿Sin enfermedad?

Oh-oh.

Este asco, no es por la cerveza. Me veo dentro de esta maldita bata, y por mucho que te quiera, fiel Compañera, me estás arrebatando la sustancia. Egoísta esponja de lana, atrapasueños de pacotilla.

No sé por qué ni cómo siguen mis ojos en sus respectivas cuencas. Lo cierto es que me muero de hambre.

- Escucha. Que me dan igual tus historias, sácame de aquí. Pero así no, joder; así no.

Que retorno hacia dentro y no me gusta lo que veo. Esta indiferencia, ¿a qué viene? Que no sé en qué verso me he perdido. Me he comido el marcapáginas a zarpazos. Zarpas enguantadas de suave y aterciopelada indiferencia.

Lo que daría por un llanto rasgado de los buenos, sólo comparables a un solo de guitarra; un hálito desesperado arrancado a empujones de salvación. Aunque tuviera que acabar después con aquel que lo hubiese provocado.

Eh... Me duele el cuello de mirarme los cordones de los zapatos y el reguero de vida que voy pisando. Me duelen las piernas de caminar sin sentido, pisando recto dando tumbos. La espalda se curva ante el plomo de mi cabeza. Sí, y el corazón chapado de tungsteno.
Muchos kilos.

Y nada, cada vez menos uña y menos vida por aquí.
Y ya no soporto a las palomas. Me pisan los cansados cordones.

Espera, ¿qué es lo que veo? Allí, a lo lejos.


Veo mi funeral, mi cementerio. Y dando tumbos corro al paso de la comitiva, que al son de las pisadas pasea mi absurda muerte.


...

Ahí están, aquí vienen,
puedo verlos de lejos.
Vestidos de verde, oliendo a cieno
desfilan muertos de miedo.
No saben, no entienden
que puedo verlos,
que quiero de vuelta y que anhelo
eso que van a entregar al subsuelo.

- ¡Eh! Dejadlo aquí, dejad ese cuerpo,
triste, y ajado, y nuevo.
Que en este cementerio de elefantes
solo festejen los cuervos.

Odio este banco. Asquerosas palomas... 
Largo de aquí. FUERA.

lunes, 11 de noviembre de 2013

We're all stars now...



Cada cual establece sus prioridades.
Hay quien prefiere comprarse un buen coche, una televisión nueva. Bailar en glamurosas y caras discotecas al compás del brillo dorado de sus casi-verdaderos Casio. Reírse de lo extraño.
Hay quien prefiere cortarse el cuerpo. Bueno.
Tiene que haber de todo en la viña del Señor, y verdaderamente espero que así siga siendo. Quién vivirá más y mejor, quién le echará más huevos el día del Juicio Final... Eso, ¿a quién le importa?



Insípidos patanes. Parece que os esté viendo. A veces surgís del agua llenos de espuma y de algas, como zombies de Fondo de Bikini, siempre impregnados en barata colonia, esa que al final arrastra el mar con las mareas. Con carencia afectiva y putrefacta esencia, jóvenes prometedores de dudosa ascendencia, tuerce plumas, ligeros de cascos y de cultura.
Lívidas mentes huidizas, decidme por qué absurda razón me seguiréis, si solo soy capaz de alcanzar las estrellas entre la droga de las letras, de las cajas de Pandora de todas las fascinantes cabezas, vivas o en mejor vida. ¿Acaso pintáis algo ahí?
Tal vez peligre vuestra conciencia, pero a mí no me importa. Es probable que ni siquiera sepáis jugar con ella.
No voy a sonreíros, no estoy grillada. No podría prestaros atención a menos que una lanza nos uniese a través de vuestra carne y mis costillas, y eso quitaría por desgracia todo el romanticismo.



Es por eso que dejo aquí escrito y para la posteridad mi sentencia,

Yo, tal y cual de esta incipiente y puta vida, únicamente donaré mi fe a la más noble causa de la supervivencia humana de vivir por y para la vida, con el fin de crear un refugio en el que quepan las pocas almas que no morirán con el paso del tiempo, dogma libre y enteramente destinado al hombre que tarde o temprano cenará con los gusanos las sobras de su propio pasado (ese que sí se pasa) mezcladas con la tierra.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Lundi

Asearse, vestirse elegante, coger el paraguas y subir al Metro, bajar en el Barrio de las Letras.

Entrar a un café-jazz nocturno, pedir algo y observar, escuchar.
Hablar con cualquiera, la importancia de los referéndum, Miller, Miles Davis, Stendhal, Jim Morrison, Kafka, multitud de emes, investigar sobre drogas, alcohol.

Contagiarse de amores pasados (por agua), empaparse de mentes, ahogarse en sus vidas. Sentir. Volver a casa, escribir.

En silencio prometer a la Luna, ahullar a los lobos, necesitar (os) a vosotros, ser una más sin serlo.

Alimentar al Gremlin de aquí dentro, el que nos araña las paredes del estómago desde detrás del ombligo, un Lunes cualquiera de nuestras vidas.

Si los árboles hablasen

La conozco desde hace demasiado, y hace tiempo que le sigo la pista. Es una lástima que ya no pueda alcanzarla.

Solíamos caminar ella y yo, fundidas por los brazos. Solíamos ir hacia delante, a veces hacia los lados (sólo cuando nos despistábamos) y hacia atrás. Sobre todo hacia atrás. Y con esto quiero decir que andábamos hacia delante, mirando 180º hacia atrás, sur, suroeste. Hacia el pasado. Ese que nunca pasa.

>> Tenía que haber evitado aquella piedra. Pobre, fue todo culpa mía <<

Fue un efecto mariposa lo que la alejó de mí. Cogió carrerilla, y corrió. Corrió de verdad, tanto que le perdí la pista. Reconozco que me asusté. 

>> ¿Dónde está? ¿Se ha hecho daño? Quizá ha sido alguien quien se lo ha hecho, maldita sea. ¿Dónde está?... Espera, creo que la estoy viendo. Sí, allí, a unos cuantos metros más adelante, en el camino. ¿Es ella? Creo que me está esperando <<


Y su mirada también me esperaba. Desde entonces, no he podido acercarme.
Aquel ser resurgido del miedo, aquella pequeña Frankenstein en construcción, futuro "patchwork" con retazos de vida... 
Tuve pánico, pavor. Me estaba esperando, y yo no pude acercarme, porque la defraudé. Antes de que pudiese darme cuenta, ya caminaba por delante de mí a considerable distancia. Se cansó de esperar, por eso se fue. Ahora ni siquiera me mira.

No. No me necesitaba. Fui su carga, su losa pre-mortem, su asfixia gravitatoria, y ahora me odia... No, no me necesita.
Se ha forjado de una sola pieza, su pensamiento es uno, es absorbente. Turbulento. La veía temblar desde donde estaba, y pude haberme ido, pero algo me hizo seguirla.
Se estremecía con cosas que no suelen estremecer. Pero tampoco se asustaba con nada. ¿Qué criterio seguía? ¿Por qué tan decidida?
Me temo que ya no quiere caminar conmigo, y sin embargo... ¿Me echa de menos? No, no es a mí a quien extraña, yo soy la menor de sus preocupaciones. Sufro, maldición, pero ha crecido. Es tan grande que no alcanzo a verla. Es un maldito gigante.

Y pensar en que hubo un tiempo en el que ella era yo, y yo era ella...

Encontré una carta en el suelo. Supe con seguridad que era de ella, así que la leí: