viernes, 26 de septiembre de 2014

El prado

Nunca está y sin embargo viene conmigo a todas partes,
ve lo que yo veo y escucha cada canción.
Se pierde por desgracia todo lo que me sucede
y cuando está, la que tiene que irse soy yo.

Ya me cabalgan los caballos a toda velocidad
por los prados del alma, que ya anhelaban su llegada,
y ni las vallas los frenan, ni los ríos, ni las montañas.
Los días no suponen el fin de las noches
ni éstas preceden al alba, porque aquí
dentro
el sol está siempre puesto o eclipsado, a veces,
y nunca se va del todo.

La brisa hace cosquillas aunque algunas veces duele,
agitando las crines de los veloces equinos
que se encabritan como nunca los días de suerte, y es curioso,
sólo los días bendecidos por su presencia,
los días que merecen la pena vivir.

Ahora no llueve en los prados,
no hay racimos de nubes arriba, no hay corrientes cálidas ni frías abajo,
no se condensa ya el agua
y los animales están asustados. Y sedientos.

Yo soy los caballos. Sus latidos también son los míos.
Ironía que yo buscase los nudos, sentirlos aquí
dentro,
y que ahora sean compañeros de viaje.
No consigo compartirlos ni esparcirlos por el aire,
egoísta de mí.
A las penas a veces nos da pena ahogarlas.
Los días sólo pueden ser de dos tipos,
se llenan de tipos los días
pero no sirve de nada, el color es sólo uno y la curva que más brilla y llama
sólo una,
nunca lo suficientemente cerca.

Ya sé. Ya sé que el nudo no va a deshacerse,
converso con él para llevarnos bien
porque ha venido para quedarse,
me va a acompañar largo tiempo.

Pero maldigo a cada hora la pequeña llama que sigue encendida,
a pesar de que no hago más que soplar y soplar
e intentar taparla
y quemarme los dedos de paso.
Y maldigo el oxígeno que me queda,
que se queda cerca
y mantiene la combustión eterna.

Maldigo tu tremendo oxígeno
y que no te lo lleves todo contigo cada vez que
te vas,
que siempre dejas atrás el justo para que no se apague la llama
y no se deshaga el nudo
y no se tranquilicen los caballos, que se van alejando
y yo aquí, tranquila por ver los prados otra vez llenos
pero duele
y estoy confusa,
a pesar de que sigo caminando.
Firme.

Como duele, así inspira
y así fortalece,
así me enseña a esperar
la paciencia que sólo te pueden enseñar
personas así
idas y venidas así
llamas que no se apagan nunca
y caballos que corren más que el viento
pisando las flores y los pastos.