lunes, 11 de noviembre de 2013

We're all stars now...



Cada cual establece sus prioridades.
Hay quien prefiere comprarse un buen coche, una televisión nueva. Bailar en glamurosas y caras discotecas al compás del brillo dorado de sus casi-verdaderos Casio. Reírse de lo extraño.
Hay quien prefiere cortarse el cuerpo. Bueno.
Tiene que haber de todo en la viña del Señor, y verdaderamente espero que así siga siendo. Quién vivirá más y mejor, quién le echará más huevos el día del Juicio Final... Eso, ¿a quién le importa?



Insípidos patanes. Parece que os esté viendo. A veces surgís del agua llenos de espuma y de algas, como zombies de Fondo de Bikini, siempre impregnados en barata colonia, esa que al final arrastra el mar con las mareas. Con carencia afectiva y putrefacta esencia, jóvenes prometedores de dudosa ascendencia, tuerce plumas, ligeros de cascos y de cultura.
Lívidas mentes huidizas, decidme por qué absurda razón me seguiréis, si solo soy capaz de alcanzar las estrellas entre la droga de las letras, de las cajas de Pandora de todas las fascinantes cabezas, vivas o en mejor vida. ¿Acaso pintáis algo ahí?
Tal vez peligre vuestra conciencia, pero a mí no me importa. Es probable que ni siquiera sepáis jugar con ella.
No voy a sonreíros, no estoy grillada. No podría prestaros atención a menos que una lanza nos uniese a través de vuestra carne y mis costillas, y eso quitaría por desgracia todo el romanticismo.



Es por eso que dejo aquí escrito y para la posteridad mi sentencia,

Yo, tal y cual de esta incipiente y puta vida, únicamente donaré mi fe a la más noble causa de la supervivencia humana de vivir por y para la vida, con el fin de crear un refugio en el que quepan las pocas almas que no morirán con el paso del tiempo, dogma libre y enteramente destinado al hombre que tarde o temprano cenará con los gusanos las sobras de su propio pasado (ese que sí se pasa) mezcladas con la tierra.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Lundi

Asearse, vestirse elegante, coger el paraguas y subir al Metro, bajar en el Barrio de las Letras.

Entrar a un café-jazz nocturno, pedir algo y observar, escuchar.
Hablar con cualquiera, la importancia de los referéndum, Miller, Miles Davis, Stendhal, Jim Morrison, Kafka, multitud de emes, investigar sobre drogas, alcohol.

Contagiarse de amores pasados (por agua), empaparse de mentes, ahogarse en sus vidas. Sentir. Volver a casa, escribir.

En silencio prometer a la Luna, ahullar a los lobos, necesitar (os) a vosotros, ser una más sin serlo.

Alimentar al Gremlin de aquí dentro, el que nos araña las paredes del estómago desde detrás del ombligo, un Lunes cualquiera de nuestras vidas.

Si los árboles hablasen

La conozco desde hace demasiado, y hace tiempo que le sigo la pista. Es una lástima que ya no pueda alcanzarla.

Solíamos caminar ella y yo, fundidas por los brazos. Solíamos ir hacia delante, a veces hacia los lados (sólo cuando nos despistábamos) y hacia atrás. Sobre todo hacia atrás. Y con esto quiero decir que andábamos hacia delante, mirando 180º hacia atrás, sur, suroeste. Hacia el pasado. Ese que nunca pasa.

>> Tenía que haber evitado aquella piedra. Pobre, fue todo culpa mía <<

Fue un efecto mariposa lo que la alejó de mí. Cogió carrerilla, y corrió. Corrió de verdad, tanto que le perdí la pista. Reconozco que me asusté. 

>> ¿Dónde está? ¿Se ha hecho daño? Quizá ha sido alguien quien se lo ha hecho, maldita sea. ¿Dónde está?... Espera, creo que la estoy viendo. Sí, allí, a unos cuantos metros más adelante, en el camino. ¿Es ella? Creo que me está esperando <<


Y su mirada también me esperaba. Desde entonces, no he podido acercarme.
Aquel ser resurgido del miedo, aquella pequeña Frankenstein en construcción, futuro "patchwork" con retazos de vida... 
Tuve pánico, pavor. Me estaba esperando, y yo no pude acercarme, porque la defraudé. Antes de que pudiese darme cuenta, ya caminaba por delante de mí a considerable distancia. Se cansó de esperar, por eso se fue. Ahora ni siquiera me mira.

No. No me necesitaba. Fui su carga, su losa pre-mortem, su asfixia gravitatoria, y ahora me odia... No, no me necesita.
Se ha forjado de una sola pieza, su pensamiento es uno, es absorbente. Turbulento. La veía temblar desde donde estaba, y pude haberme ido, pero algo me hizo seguirla.
Se estremecía con cosas que no suelen estremecer. Pero tampoco se asustaba con nada. ¿Qué criterio seguía? ¿Por qué tan decidida?
Me temo que ya no quiere caminar conmigo, y sin embargo... ¿Me echa de menos? No, no es a mí a quien extraña, yo soy la menor de sus preocupaciones. Sufro, maldición, pero ha crecido. Es tan grande que no alcanzo a verla. Es un maldito gigante.

Y pensar en que hubo un tiempo en el que ella era yo, y yo era ella...

Encontré una carta en el suelo. Supe con seguridad que era de ella, así que la leí: