Cada cual establece sus prioridades.
Hay quien prefiere comprarse un buen coche, una televisión nueva. Bailar en glamurosas y caras discotecas al compás del brillo dorado de sus casi-verdaderos Casio. Reírse de lo extraño.
Hay quien prefiere cortarse el cuerpo. Bueno.
Tiene que haber de todo en la viña del Señor, y verdaderamente espero que así siga siendo. Quién vivirá más y mejor, quién le echará más huevos el día del Juicio Final... Eso, ¿a quién le importa?
Insípidos patanes. Parece que os esté viendo. A veces surgís del agua llenos de espuma y de algas, como zombies de Fondo de Bikini, siempre impregnados en barata colonia, esa que al final arrastra el mar con las mareas. Con carencia afectiva y putrefacta esencia, jóvenes prometedores de dudosa ascendencia, tuerce plumas, ligeros de cascos y de cultura.
Lívidas mentes huidizas, decidme por qué absurda razón me seguiréis, si solo soy capaz de alcanzar las estrellas entre la droga de las letras, de las cajas de Pandora de todas las fascinantes cabezas, vivas o en mejor vida. ¿Acaso pintáis algo ahí?
Tal vez peligre vuestra conciencia, pero a mí no me importa. Es probable que ni siquiera sepáis jugar con ella.
No voy a sonreíros, no estoy grillada. No podría prestaros atención a menos que una lanza nos uniese a través de vuestra carne y mis costillas, y eso quitaría por desgracia todo el romanticismo.
Es por eso que dejo aquí escrito y para la posteridad mi sentencia,