miércoles, 19 de noviembre de 2014

Vicios y... virtudes

Algo me ha hecho decir hoy que no iba a parar. Para qué. No tengo voluntad ninguna. Nada más lejos del arrastre diario de los impulsos musculares. No han servido de mucho los disgustos que me he llevado a lo largo de los años, los regalos no recibidos, los castigos, los labios hinchados (he saboreado hasta cayena; lo recuerdo), y nada, yo erre que erre.
He decidido hablar claro. La verdad es que no he integrado una mierda.
 
He escrito versos de mil métricas distintas. Me he imaginado en todas las situaciones posibles: dramáticas, exacerbantes, de felicidad suprema, de luto y alegría, vida y muerte. He soñado conversaciones, he pronunciado palabras en susurros y voz baja. He cantado al aire y en silencio canciones, he compuesto melodías dentro de mi cabeza, porque con mis torpes dedos no puedo (sin uñas están perdidos). He pensado estar equivocada, he jurado estar en lo cierto, he soñado con que me falta información y me he despertado pensando que ya ha sido todo dicho. Llorando y riendo falsamente, corriendo a veces, andando o parada las más de ellas, pero estancada. Huyendo al mundo uñil cada vez que intuyo que la realidad aparece, o tal vez que me inhunda el deseo y el sueño de nuevo. El caso es que huyo tanto de lo real como de lo imaginario, y entre medias no vivo. Sigo, pero no es lo mismo.
A ver quién me devuelve mi esencia ahora.

Y aquí nadie se entera, nadie sabrá nada porque callar me sale más barato, aunque tampoco preguntan.
Es extraño, pero la tristeza no llega. No sé si me la estoy comiendo con cada uña o la disipo de forma infrarroja.
Conozco la falsa satisfacción a la perfección.
Conozco este nudo del pecho.

Te conozco a ti desde hace mucho, mucho tiempo.
Desconozco quién me conoce.
 De dónde sale, entonces, esta maldita entereza.
Escribo mientras mastico (maldita la hora de hace 17 años). Y te maldigo a ti, que me estás haciendo crecer demasiado rápido. Sin saber siquiera lo que estás causando.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Judas

A golpe de guitarra y tinta,
papel blanco y mente bulliciosa.
Aquí solo yo puedo dar el pistoletazo de salida.
Yo decido cuándo echar a correr y hacia dónde,
a pesar de que me llueven las dudas y las certezas.

Cervezas, cervezas por dentro y más que necesito
pero yo entera, y de pie,
música en mano y letras
y tinta y papel.

Soy de puntas redondas aunque se me está afilando el pensamiento.
Demasiado dulce hasta ahora, ahora
que lo amargo escuece
y sale hacia fuera a modo de humo.

Superación y dolor a partes iguales,
siempre olvido,
raras veces recuerdo.

"You lied! You lied!
Jesus Christ, it's only a man... "

No entiendo nada.
Por vez primera no me sirve la razón
y ante la duda, improvisación.

Sólo plantearé la carrera.
Quien quiera venir, que venga.
Pero repito que yo decido cuándo se juega.

Voy a dar miedo,
temedme.

No me pega ser el algo de alguien.
Quien quiera venir, que venga.
Pero que venga si tiene cojones.

domingo, 2 de noviembre de 2014

De los hilos.

Bien.

Por fin.

Uno de los dos ha sacado a pasear a las gemelas tijeras.
El fino hilo, bañado en sudor, tiembla delante.

La teoría de las cuerdas que nunca se han tensado.
 
 
Parece que no nos importa mirar cuando se desnuda el cuerpo
pero salimos corriendo si se desnuda el alma.
 
Y así nos va.
 
 
"La física cuántica me confunde" y también cuando me miran.
He dejado de contar y la estoy cagando al sumar,
acabaré por no ver nada.
 
Por otro lado,
mirad que es difícil traspasar la barrera y aún así hay quien lo intenta.
No lo entiendo.
Para qué.
 
¿Me habéis mirado bien?
 
Por supuesto. Lo han intentado sin mucho interés y de refilón.
Valientes.
 
Valientes cobardes.
 
Y yo aquí, del club de los Malqueridos Anónimos, donde ya todos me conocen.
 
Mirad.
Leo y pienso.
Siento mal y a deshoras, siempre. 
Escribo mal.
Me relaciono peor.
A veces creo que me salen del pecho algunos hilos
sueltos, flojos, semirrotos, que a medida que me alejo menos distingo.
Me aíslo y crezco envuelta en niebla, cuando ya no sé ni por dónde andar.
 
Déjalo. Ya traigo yo las tijeras.
 
Dónde narices habré dejado la brújula.
 
Maldita sea, qué tarde es ya,
que tengo que tirar y no sé por dónde empezar.