Si Dickens y Marilyn Manson hubieran engendrado un hijo, el resultado sería algo parecido a esto.
Dícese de una noche de un tal 24 de diciembre en la que una inocente niña...
... hay humo por todas partes, no encuentro el foco por ningún lado, tal vez haya prendido el árbol, ese maldito y escuálido árbol; me cuesta respirar...
... en la gran mesa perfectamente decorada para la cena navideña. Había flores, turrón y pequeñas figuritas de renos y papanoeles por todas partes. Toda la familia se había sentado a la mesa, había risas por doquier. En el pequeño instante previo a servir el cordero...
... esto parece el mismo infierno. ¿Por qué bailé con fuegos fatuos? Ya arde el árbol, el maldito y escuálido árbol, arden los tapices y persianas, arden las escaleras, arden mis cuadros, mis dibujos, parece que arde mi vida entera, hay fuego por todas partes, mis piernas arden en parte, Dios, y lo único que corro a buscar es la botella medio empezada de whiskey de aquella repisa; parece que me arden las ganas y la incipiente conciencia del todo, todo es humo, soy toda humo y mis pulmones. Voy a salir de aquí...
... la inocente niña siente por un breve instante que todo el año ha merecido la pena, y satisfecha de sí misma y de su vida, se dispone a probar las delicias repartidas a lo largo de la mesa. Ya no importan los dobles sentidos ni las miradas de reojo, porque la felicidad está con ella. El turrón tiene una pinta deliciosa...
... ya una vez fuera, sentada en la acera frente a la casa, con la botella (ya dentro de ella) intento purificar los pulmones anegados de polvo y cenizas cuando huelo, pero bebo y tengo las entrañas llenas de escombros, porque mi casa entera ardía y yo con ella, el alma entera ardía y el pasado ha dejado de ser mi casa, mi hogar no está, no queda casa, y yo con ella, las llamas por la cabeza y el humo por la garganta, y las entrañas llenas de cenizas. La sangre toda ahumada: estoy lista para servir.
Recuerdo vagamente haber visto bomberos apagar las llamas, pero no, eran lágrimas y no, yo no lloraba, nada apagaba el fuego. Nada.
Con toda la noche por delante para decir no, para ver que no, y que se queme la calma...
... pero no hay turrón. Hubiera sabido a inocencia, a satisfacción y felicidad si hubiera habido turrón.
En realidad sí hay turrón; me sabe a humo y a cenizas.
Igual vuelvo a por otro fuego fatuo, a bailar otro tango y a incendiarme entera. Igual dejo que Santa me viole, sin regalos ni árbol. Estoy cansada de apagar llamas.
Igual vuelvo a por otro fuego fatuo, a bailar otro tango y a incendiarme entera. Igual dejo que Santa me viole, sin regalos ni árbol. Estoy cansada de apagar llamas.
Hubo cordero, turrón y pequeños renos, pero no me cupo más mierda en las entrañas.
Feliz Hannukah.