jueves, 5 de marzo de 2015

Natsukashii.

Esta es la historia de cómo acabé retomando el dibujo por falta de todo en mi vida, de cómo me voy yendo al ánimo de Sharon Van Etten y The Jezabels y a recordar cosas lejanas.
 
Natsukashii, o la nostalgia feliz. Esa que tanto cuesta.
 
Esta es la historia de las historias destrozadas antes de tiempo, antes de antes de tiempo. De lo fugaz de lo eterno, de la rabia de no encontrar lo segundo.
 
Pasta. Nieve. Rosendo. Guitarra. Luces de neón.
 
Esta es mi historia, y me retuerzo en ella. Estos, mis sueños: durmiendo.
 
Estas son las semillas que disperso por el suelo, esta es mi ceguera y todas las semillas que piso arrepentida de haberlas lanzado sin pensarlo.
 
Esta soy yo, quemando puentes, sentada en mitad de un cultivo yermo, yerma, dando la espalda a un terreno que tal vez empiece a dar brotes.
 
Esta soy yo, dando migas de pan a los patos de madera de un estanque de papel de aluminio del Belén que yo misma he construido no sé hace cuánto.
 
Lo sé. Cuando empiece a dar oportunidades (ganadas) empezaré a dármelas a mí misma.
 
Ya han comido demasiado los patos, se me aburre el cuerpo y el espíritu y me aburro yo. Intensa, dolorosamente.
 
Cierro paréntesis.

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